13 jun 2016

Cementerio




  
 En este cementerio no hay tristeza,
 ni soledad tampoco, ni alegría,
 ni los muertos están, ya sólo barro,
 ni se acercan los vivos de visita.
 Sólo hay serenidad imperturbable,
 como una niebla fina
 flotando sobre lápidas y estatuas,
 que tantas cosas en silencio gritan.
 Las fechas no hablan ya, ¿qué han de decirnos?,
 nació, murió, los años y los días
 ni definen al muerto cuando muerto,
 ni perfilan su imagen cuando en vida.
 Los nombres guardan un recuerdo en piedra
 que casi siempre se perdió en la brisa.
 Sobre la tierra, el mármol o el granito,
 la división de clases, jerarquías,
 más para beneficio de los vivos,
 los muertos ya igualados en cenizas,
 incapaces de ver la diferencia
 entre rosas lozanas y marchitas.
 Trepa la hiedra por los muros pardos
 de la vieja capilla,
 reliquia del pasado,
 que se ha quedado en el ayer dormida.
 La hiedra, vivo abrazo donde todo
 lo que una vez vivió, ya está sin vida.
 Siempre el ciprés, adusto centinela,
 mas sin saber por qué o a quién vigila.
 El cementerio es hoy ese sosiego
 que sigue al abandono, a la partida,
 cuando el dolor ya se ha desvanecido
 y se vuelve de nuevo a la rutina.





















10 jun 2016

El pequeño castillo



¡Quién sabe cuantos secreto
 se esconden en el castillo!
 Aunque no tiene portillo
 subsisten los parapetos.
 Los muros son esqueletos
 por donde el viento se cuela,
 desprovistas de cancela
 las mazmorras crían matas,
 en las piedras, de otras datas,
 huellas dejaron secuela.































Fca de harina









































Han vuelto los vencejos;
las cosas naturales vuelven siempre;
las hojas a los árboles,
a las cumbres las nieves.
Han vuelto los vencejos;
lo que no es arte vuelve;
vuelta constante es la naturaleza
por cima de las leyes.
Han vuelto los vencejos;
¿ves como todo vuelve?
todo lo que ha brotado al sol desnudo,
de la inexhausta fuente;
todo lo que no fue de algún propósito
producto endeble.
 Han vuelto los vencejos;
¡augusto ritmo, única ley perenne!
¡el año es una estrofa
del canto permanente!
Todo vuelve, no dudes, todo vuelve;
vuelve la vida;
¡vuelve la muerte!
¡Cuánto tiene raíces en la vida
al fin y al cabo vuelve!
 ¡Han vuelto los vencejos,
y al pecho aquellas mismas ansias vuelven…!
Ahora comprenderás lo que en la vida
quiere decirnos: «¡Siempre!»
Siempre, quiere decir la vuelta, el ritmo,
la canción de la mar en la rompiente;
si la ola se retira
ha de volver, pues es de lo que vuelve.
Vuelve todo lo que es naturaleza,
y tan sólo se pierde
lo que es remedo vano de los hombres,
sus artificios, invenciones, leyes…
 Han vuelto los vencejos,
como ellos vuelven… siempre!:
con su alegre chillar el aire agitan
y el cielo, con su raudos ir y volverse,
 al caer de la tarde
cobrar vida parece.
No se posan ni paran, incansables;
sus pies ¿a qué los quieren?
les basta con las alas,
criaturas celestes.
Con ritmo de saeta, ritmo yámbico,
los versos vivos de su vuelo tejen,
chillando la alegría
de sentirse vivientes…
 Han vuelto los vencejos;
ríos de año pasado, los de siempre,
los mismos de hace siglos,
los del año que viene,
los que vieron volar nuestros abuelos
encima de sus frentes natura fuerte,
y encima de las suyas nuestros nietos
verán también volar, negros y leves.
Han vuelto los vencejos;
criaturas del aire que no mueren
¿Quién muertos ríos ha visto?
heraldos de la vida, amantes fieles
del largo día de la mies dorada;
¡han vuelto los de siempre…!
¡Vencejos inmortales,
alados hijos de natura fuerte
heraldos de cosechas y vendimias,
mensajeros celestes,
bienvenidos seáis a nuestro cielo,
vosotros… los de siempre!
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